Luminescent (SC)

jueves, 10 de febrero de 2011

LAS ETAPAS DE UNA VIDA

     Soy Mari Ángeles, tengo 28 años y estoy orgullosa y feliz de la vida que llevo.

Mi hija es y está perfecta, cariñosa y de buenas notas.
Mi marido nos adora y el trabajo que tiene le realiza en lo profesional plenamente. Trabajamos en un negocio familiar, aportando una plena estabilidad en nuestro hogar.

     Llevamos una vida bastante ajetreada, siempre con el trabajo, las clases de violín de nuestra hija Andrea, sus otras actividades extraescolares, alguna salida esporádica con amigos hasta altas horas y otras con Andrea (siempre menos a menudo de lo que me gustaría).

     Aunque claro, ésto no siempre ha sido así, se podría decir que hace unos años ni imaginaba que ésto pudiera ser cierto nunca...
     Empezaré por el principio, en el momento clave en que mi vida cambió. En el momento que todo se derrumbó para poder volver a reconstruirse.

     He sido la típica niña de familia acomodada, mimada, buena hija (pues nunca he dado problemas a mis padres), fanática de las compras, salir con mi novio y amigas... Era una adolescente mas.
Mi vida giraba en torno a mi novio (el mas guapo malote del grupo), mis amigas (todas niñas anti-padres corta rollos y movilizaciones semanales de casa en casa buscando trapitos que cambiarlos y recombinar. Ésto último todo una hazaña) y mi moto (la cual me daba una libertad, una independencia absoluta) Regalo de mi complaciente padre. La que elegí, la envidia de todos.
      Nunca he sido de grandes notas, pero tampoco he necesitado copiar ni de chuletas para aprobar. Pasando desapercibida en el ámbito escolar, logré sacarme el módulo de Administración y Gestión de Empresas para en un futuro muy, muy lejano poder trabajar con mi padre y así con el tiempo, poder comprarme un piso y algún que otro capricho al que estaba acostumbrada.
    

     A los cuatro años de noviazgo, tanto fue el cántaro a la fuente que ésta se terminó rompiendo. Tanto amor, tanto que... quedé embarazada. Una con 18 años y el otro con 19. Con muchísimo amor, pero sin un duro, sin un techo y sin trabajo. El acababa de empezar la carrera de Derecho.
      ...Ése fue el peor momento de mi vida, decírselo a mis padres. Solo de pensar en que podía romperle el corazón a mi padre... Aún hoy se me quiebra la voz. Todavía me emociono al recordarlo...
No paraba de darle vueltas en como decirle a dos personas que te lo dan todo, que la niña ya no era tan niña, que ahora llevaba un bebe en su vientre (y es que aún tenía muñecas en mi habitación)
Deseando que al contarlo mi madre me acurrucara entre sus brazos y me tratase como siempre, como su niña y me lo solucionaran todo.
Pero en esos momentos pensaba que mi bebé pensaría lo mismo en su futuro, que los padres lo solucionamos todo y el mundo se me venía abajo de pensar que los padres eramos Antonio y yo... unos niños.
Mi familia ha sido siempre muy tradicional, nos educaron a mis hermanos y a mi en éso. Integrados en la iglesia, cristianos-practicantes, educada en un colegio de monjas y en contra del aborto, yo no sabía muy bien como darles "La Noticia", no quería imaginar como sería su reacción porque yo misma no concebía la idea del aborto.
     ... Tengo lagunas en mi memoria de aquella noche. Noche en la que mi novio como todo un caballero aguantó el chaparrón junto a mí. Nunca tendré con qué agradecer su apoyo, porque aparte de él y mi familia mas tarde descubriría que es el lo único que tendría.
Solo recuerdo un mar de lágrimas, miradas acusatorias, palabras de decepción y la cara de mi novio y la mía roja de la vergüenza (vergüenza de Qué? De llevar un bebé en mi vientre fruto del amor?)
La vergüenza es la sensación mas mala y angustiosa que hay, creo que jamás la he vuelto a sentir. 
Tras el huracán toca la reflexión, así que mis padres se fueron a su habitación, mi novio alargó todo lo que pudo el tener que irse a su casa, pero llegó el momento y allí me quedé, sola, sin saber que iba a pasar esa noche ni ninguna, pero escucho la voz de mi padre desde su habitación llamándome cariñosamente y yo que era una cría subo corriendo las escaleras corriendo hasta su puerta y escuché las palabras que mas necesitaba en ese momento.
-Ven acuéstate en la cama con tu madre y conmigo.
...Esas dulces palabras marcaron en mí un antes y un después. Ya nada fue lo mismo, jamás. Y fue ahí donde dejé de ser una niña para siempre.

     Lo que quedó de embarazo transcurrió entre la casa de campo de mis padres (donde estaba apartada de las miradas indiscretas) y la casa de mis suegros donde no nos faltaba el plato de comida.
Gracias a nuestros padres salimos adelante, éso si, de prestado. Nada era nuestro realmente y nos embargaba una gran desolación, aunque para el resto de la gente eramos unos afortunados, no nos faltaba de nada y todo costeado. Y yo pensaba ¿Esta es la vida que nos espera? Ésto no es vida ni para él, ni para nuestro bebé, ni para mí, así que había que hacer algo.

      Se decidió que nos casáramos antes de que se notara mucho el embarazo y digo decidió porque aunque estábamos muy enamorados, la decisión fue mas tratado de asunto de estado, que de pedida romántica y emotiva. Ni había tiempo para éso, ni tampoco hacía falta a esas alturas. Conscientemente no sabía las cosas que me perdía con cada cosa que no hacía.
La boda fue la que quisimos, preciosa, fue así aunque a mí me quedaba todo grande. Era la primera boda a la que iba en muchos años y todo era como un juego donde yo me sentía diminuta.
El vestido de novia. Uno que me pudiera disimular lo bastante el estado de mi tripa, para que no quedara muy rara y al cual semanalmente había que ir a sacarle cm tras cm. Mas que un vestido de boda, parecía el vestido de la 1ª Comunión. El novio estaba imponente.
La boda salió perfecta, el viaje de novios como no había dinero fue corto y ridículamente escueto, en casa de la hermana de mi padre, en Málaga, el peor recuerdo que tengo es de recién casados y durmiendo en una pequeña habitación de dos camas con dinosaurios en las colchas...

     Pero todo pasa y a todo se sobrevive si tu pareja y tú cuidáis el uno del otro. Y así es como ha sido. Hemos sobrevivido a todo aquello. Nació lo que le dio a todo sentido. Mi bebé, un ser de luz, perfecto, indefenso y era lo único que desde que empezó toda aquella movida que liamos, era mío, nuestro.
Aquel día comprendí algo... Da igual lo difícil que sea el camino, merece la pena realizarlo para llegar a la meta.
Aunque no tenía mucho para ofrecerle, éso si, tenía algo que me sobraba y eran mis fuerzas, mis ganas de luchar contra todo y las ganas que tenía de formar una familia, la necesidad de darle un techo propio, de darle una educación basada en las normas de su padre y las mías, es decir, formar un hogar, una familia.

      A raíz del nacimiento de nuestra niña se nos quitaron todas las tonterías de golpe. Antonio que estaba estudiando, estudiaba mas aún. Sacaba notas excepcionales con las circunstancias que teníamos y yo trabajaba en una empresa donde por un sueldo bajísimo ayudaba a poder juntar para lo que era nuestro sueño, tener nuestro piso.
También todo ésto acarreaba otros esfuerzos mas, como dejar de salir y claro ésto llevaba no tener contacto con nuestras amistades, así que éstas desaparecieron. Ahora nadie quería cargar para salir con una mamá tan joven y el carrito. No encajaba en su mundo. Aunque la verdad, sentía que no encajaba en ninguno. Con 20 años que tenía era la persona mas madura que conocía y... me enorgullecía de mí misma, pero, al mismo tiempo también lo odiaba.
  
     Hubo un tiempo en el que ya estaba harta, a punto de mandar mi matrimonio al garete. Harta de no ver la luz al final del túnel y viendo como había cambiado tanto mi vida que me odiaba por ello.
Pero llegó el día que tanto estábamos deseando, el piso de nuestros sueños. (Ya estábamos hartos de ver pisos que no se adaptaban a nuestros gustos o comodidades).
Así que con ayuda de LOS DE SIEMPRE, los que nos habían apoyado y lo poco o mucho que habíamos conseguido ahorrar, dimos una entrada y nos lo quedamos.
Esa entrada significó mucho para mí, no eran unos millones y ya está. Era el sacrificio de mi juventud, las fiestas perdidas, la ropa y zapatos que no me llegué a comprar, salidas a cenar nunca comida...
Hoy en día este piso se está pagando con el dinero de dos jóvenes que en un pasado decidieron tomar una decisión y renunciaron a TODO. A todo si, menos a un futuro. Futuro que nosotros mismos escribimos sin saberlo aquel día que nos enteramos de que se había "roto el cántaro de tanto ir a la fuente". Aquel día que decidimos formar una familia... Dejando atrás nuestro pasado, aquel pasado incierto en el cual mi marido y yo lúchabamos codo a codo para poder ofrecerle a nuestra hija una vida mejor, ofrecerle una seguridad que era de lo que mas carecimos.

     Hoy en día teniendo todo lo que tengo, que no me falta de nada, mi hija está bien de salud, miro atrás y doy gracias por haber sido así, por no haberme conformado con poco.
Dicen que las experiencias hacen al hombre, tanto las buenas como las malas...
Mi hija fue fruto de esa experiencia y no cambiaría ni un punto, ni una coma de su llegada a mi vida, ni por todo el oro del mundo.
Todo ésto sirvió para hacerme una mejor madre, hija y mujer, con lo cual todo lo que soy se lo debo a ella.

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